Llevamos tres años veraneando en la costa murciana. Haced las coñas que queráis pero, sin ninguna intención de practicar un proselitismo que masifique una zona tranquila, la Costa Cálida es un lugar muy recomendable para descansar y disfrutar. Y en este último capítulo incluimos la cosa del comer y el beber que nos ocupa.

Siguiendo esa máxima de allá donde fueras, cata el vino de la tierra, dedicamos este post a los vinos de Murcia, una comunidad uniprovincial, que sin embargo atesora tres DOs, muy respetadas: Jumilla, Yecla y Bullas.

Es verdad que tenemos muy trabajados los vinos murcianos, pero siempre se descubren cosas nuevas. Vaya por delante que el clima y la uva autóctona de la zona, la Monastrell, ofrece vinos poderosos, altos en graduación alcohólica, quizás más para consumir en estaciones menos calurosas. pero eso no excluye vinificaciones que trabajan para matizar ese punto de partida sin traicionar la idiosincrasia de la tierra.

Empezamos por los blancos, más proclives al fresqueo, que sinceramente tienen todavía recorrido, aunque ya se pueden encontrar “cosicas” dignas de mención. De vinos un poco más evolucionados, sólo encontramos uno fermentado en barrica, el Chardonnay de Pio del Ramo, que aunque está bueno, quizás es demasiado joven para expresar todo su potencial. De fresqueo podéis encontrar mucha Malvasía, propia del mediterráneo, Macabeo (viura), algo de Chardonnay y la omnipresente Savignon Blanc. Un vino baratito y resultón de Yecla es Cepas del Zorro, que reseñamos en las redes sociales.

Alceño 12

Alceño 12

Con los tintos este año los lugareños estaban emocionados con los “Alceños”, vinos de Jumilla que encandilan al personal y que recomiendan con vehemencia en las tiendas de vinos. Cuando lo probamos, confirmamos esas sensaciones. De hecho, si tuviéramos que destacar un vino en este post, sería el Alceño 12, un vinazo de diez euros, que nada más descorchar embriaga con sus aromas balsámicos y frutales, y la fiesta continua con un paso en boca memorable.

Si queréis probar vinos más trabajados, con mucho prestigio y admiración por su enólogo, José María Vicente, tomad algún Casa Castillo. La entrada de gama es muy asequible, y os podéis hacer una idea de lo que se puede hacer con una Monastrell. Tiene botellas muy chulas por veinte eurillos, en las que entramos en otra dimensión.

En los catálogos de las bodegas clásicas de Jumilla: Juan Gil, Viña Elena (que hace vinos muy populares por la zona), bodegas del Carche y Bodegas Luzón, podéis encontrar cosas interesantes. Tuvimos oportunidad de visitar Luzón, bodega centenaria fundada por un militar español que luchó en la guerra de independencia de Filipinas y que le puso el nombre de una de las islas de aquel archipiélago. Sus vinos están muy logrados, tienen un blanco curioso para el fresqueo, unas monastreles que han pasado 12 meses en barrica y otros tantos en botella muy aceptables, y este año han sacado un monovarietal de Garanacha Tintorera, poderoso, pero muy apetecible.

De Bullas probamos Iglesia Vieja, con muy buen resultado y también catamos el dulce de Casa Ermita, otra bodega con mucha proyección este año, que saca este vino peculiar hecho con Monastrell sobremadura y asoleada. Ahí es nada…

Esta es una pequeña muestra de la cantidad de vino que proporciona la zona, pero no os preocupéis, seguiremos documentándonos.