El viajar es un placer. Pero también un gasto considerable, un impacto en la huella de carbono, una aportación más a la globalización galopante, un desatender a las plantas y mascotas que tanto queremos. Por eso os proponemos alternativas caseras al paquete de avión, más alojamiento, más echarle su buen rato de internet para planificar qué visitamos, y en nuestro caso dónde comemos y bebemos. Vamos a escrutar las cartas de vinos de los restaurantes que vistariáis por ahí fuera y contaros cosas de los vinos españoles de sus cartas. Vinos que normalmente tenéis en la madre patria a golpe de click o a salto de bodega.

La inspiración de todo esto vino por el libro El Sabor del Éxito de Gerard Basset que reseñamos hace poco. Además de ser considerado el mejor sumiller del mundo, Basset fue el co-fundador del primer Hotel du Vine en Winchester (Inglaterra). Con los años, y una vez enajenado el negocio, se ha convertido en una conocida cadena de hoteles con restaurantes por toda la Gran Bretaña. En su página web puedes consultar su carta de vinos que, sin ser demasiado extensa, concentra referencias de las latitudes más winelovers del mundo, entre ellas nuestra querida España. Así que pensé en reseñar los dos vinos con ñ de la carta, comparándolos desde casa.

Elias Mora en Hotal du VinePor casualidad al poco de leer el libro me tocó viajar a Newcastle y Edimburgo y en ambos había un Hotel du Vine, así que como no podía ser de otra manera me adentré para probar su menú degustación con maridaje de vinos. Por tanto en esta ocasión uno de los vinos, el verdejo de Rueda, lo probé in situ acompañado de una comida que por aquí no pasaría del aprobado muy raspado, pero eso es otra historia.

En la carta del Hotel du Vine encontrarás sobre todo vinos franceses, pero también hay una pequeña muestra del resto del planeta de la uvas, vinos de otras latitudes del nuevo mundo y la vieja Europa. Sólo encontrarás dos referencias españolas; Elías Mora, un verdejo de Rueda (precio de la copa 11 euros, precio de la botella 42 euros aproximadamente) y Altanza, un Rioja Reserva (precio de la copa 14 euros, precio de la botella 55 euros aproximadamente). Y al lío…

Elias Mora blanco

Elías Mora. A contracorriente. Verdejo. D.O. Rueda

El vino que utilizan en el primer plato del menú degustación (una tosta de salmón ahumado acompañado de una especie de queso blanco a las finas hierbas, sin mucha gracia, la verdad). Sin embargo la sensación del vino es la de un blanco fresco pero con buenas hechuras para acompañar al plato: acidez equilibrada, un toque untuoso y con aromas alejados del tropicalismo, algo que se agradece para el maridaje. Me pareció un vino resultón, que no desmerecía con respecto a otras propuestas y que superaba con creces a otras como un beaujolais procedente de Chénas, bastante impresentable. Un vino a tener en cuenta, de una bodega que se ha dado a conocer por sus tintos amables de Toro, pero que produce este blanco más que decente. Y encima lo puedes conseguir por menos de 7 euros. Empezamos a ahorrar con el reportaje.

 

AltanzaAltanza Tinto Reserva 2017. D.O.Ca. Rioja

Altanza Rioja Reserva. Adquirimos la botella en la tienda online de una conocídisima gran superficie por menos de 14 euritos y nos disponemos a la cata. Españolizamos el maridaje con un chuletón de justicia y abrimos este Altanza reserva de 2017. En nariz es ontológico: mucha fruta, especias, muy poca madera. Y en boca se replican esas sensaciones con predominio de la fruta, pese a su periodo de crianza y guarda. La influencia de la barrica francesa es evidente, no sólo porque figure en su etiqueta, sino porque es muy fácil detectar esos terciarios especiados y recuerdos ahumados. Es un vino redondo, goloso con vocación de seducir al personal, así que buena elección para la carta y referencia apuntada para repetir.

Conclusión: dos vinos bien elegidos dentro de una gama modesta que le permite al establecimiento aplicar un buen margen de ganancia sin que suponga un expolio para el bolsillo del anglosajón medio. Nosotros tenemos la suerte de poder adquirirlos en casa por muy poco dinero y aderezarlos con viandas más suculentas, aunque perdamos la experiencia de cenar en el bistrot de un lugar con historia para el mundo del vino. Historia que, por cierto, deberían inculcar a los jóvenes sumilleres del local que sorprendentemente no conocían a Basset. Ignorancia compensada con creces con su amabilidad y buenas explicaciones sobre los vinos que ofrecen, pero lo cortés no quita lo winlover.

Continuará…


Enlaces:

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