Vaya por delante que las navidades no es uno de los periodos que más nos gusta para degustar vino. Es una opinión personalísima, pero tenemos la sensación de que en esta época de excesos en nuestras mesas prestamos menos atención a lo que bebemos, incluso aún cuando descorchamos algunas botellas que teníamos reservadas para las grandes ocasiones. El vino queda diluido en grandes comilonas y maridajes clásicos, muchos de ellos inapropiados y perpetuados por tradiciones familiares difíciles de rectificar: reservas con asados de cordero y cochinillo, los espumosos relegados a los postres, vinos dulces con polvorones…
Intentando abstraernos de excesos y defectos, os contamos sensaciones sobre algunos vinos catados en diciembre del infausto 2020.
Blanca navidad
Dada la afluencia de marisco en esta época comenzamos con los albariños que, de nuevo, por una simplificación parecen los indicados para acompañar a los crustáceos. Probamos el celebérrimo Mar de Frades, Alba Marín, el benjamín de la bodega Martin Codax que lo catamos comiendo un rico plato de sushi y el Lusco Albariño una grata sorpresa para nuestro paladar. Blanco frutal, expresivo, con la acidez controlada con notas propias de crianza, y eso que está fermentado en sus propias levaduras. Nos encantó.
Pero también hicimos hueco para tomar algún Rueda, como el Yllera Verdejo Vendimia Nocturna, el Cinema con su excelente trabajo de lías, o el Cuatro Rayas fermentado en barrica. La estrella de las navidades: ese Viña Gravonia blanco 2010 con sus aromas embriagadores a fruta madura. Como comentábamos en nuestra cuenta de twitter, parece mentira que un blanco de hace 10 años conserve una acidez tan bien llevada con la madera.
Tintos a la mesa
De los tintos nos quedamos con un clásico, los Tres Picos del Campo de Borja, una botella de 2017 repletita de garnacha. Potente aroma a frutas, goloso en boca como pocos. Un vino redondo que nunca falla. Como manda la tradición familiar descorchamos algunos Ylleras: muy rico el Vendimia Seleccionada, espectacular ese Jesús Yllera crianza de 2015 que acompañamos con unos embutidos abulenses. Aunque le dedicamos un post entero, no queremos dejar de mencionar el Trepadella de Celler Arrufi, un vino sencillo y delicioso que nos ha quedado grabado en las papilas.
Burbujas a go go
Claro, los cavas no pueden faltar en estas fechas. Tenemos que reconocer que le hemos dado duro a los Jaume Serra, rey de los supermecados, en su versión Brut Nature, Rose, y Nature. Nos quedamos con el Chardonnay Brut, un espumoso que nos recuerda a los blancos fermentados en barrica que tanto nos gustan. Pero vamos a destacar lo que denominábamos un maridaje de riesgo con final feliz: un cava Maset Brut Nature Reserva con unos callos a la madrileña cortesía materna, dignos de tres estrellas Michelin. Uno de esos momentos en la mesa para recordar. Un Madrid y Cataluña, infinitamente mejor que cualquier Madrid-Barça.
Dulce, que te quiero dulce
Despedimos el post con una selección de vinos dulces que tanto nos engolosinan. Acabamos nuestra botella de Pedro Ximénez Gran Albero (ojo, de Montilla Moriles) y disfrutamos como enanos con el Casa de la Ermita dulce, que calificábamos como vino trampantojo: parece un tinto joven por su color rubí, huele como un crianza, frutal en el primer trago, pero luego descubres que es un vino dulce gracias a la sobre maduración de Monastrell. Y como el anuncio, vuelve a casa por navidad: el Moscatel Viejo Los Cuartillos de Primitivo Collantes, una delicia para acabar con muy buen sabor de boca este remix navideño.
Este año, a pesar del comienzo, va a ser mucho mejor, no desesperéis.