El señor que, con un aire a Tony Soprano, aparece en la portada del libro es Gérard Basset (1957-2019), considerado por muchos el mejor sumiller de todos los tiempos.
Nacido en Francia, proveniente de una familia que nada tenía que ver con el vino, llegó a ser toda una autoridad en el mundo de la sumillería y por ende del vino. Desarrolló toda su carrera en Inglaterra donde se convirtió en todo un referente mundial. Como se recoge en el libro es hasta el momento el único ser humano poseedor de los títulos Master of Wine, Master Sommelier, Mejor Sumiller del Mundo ASI (Asociación de Sumilleres internacional), Wine Bordeaux KEDGE Wine MBA y OIV MSc Wine Management. Basset empezó a escribir su autobiografía cuando le diagnosticaron cáncer.
Estas memorias siguen un orden cronológico por tanto los primeros capítulos están dedicados a contarnos su periplo vital que derivó por pura casualidad en el mundo del vino. Hijo de un matrimonio mal avenido, sus años de estudiante no fueron demasiado brillantes, más por falta de motivación y estímulo que por sus capacidades. Después de dar tumbos laboralmente terminó en el mundo de los restaurantes ingleses de lujo, donde acabó especializándose en recomendar y vender vinos a los clientes.
Desde ese momento en que descubre su vocación empieza una meteórica carrera, labrada con un gran esfuerzo personal: trabajo, estudios, viajes, concursos… Quizás de su pasión por el ciclismo brota un espíritu competitivo que le lleva a marcarse retos y logros con un tesón propio de los que tiran de riñones para llegar los primeros a la meta. Obtiene un increíble palmarés, primero en el circuito nacional inglés y enseguida a nivel internacional. Una vez conseguidos estos triunfos, se propone el ingente proyecto de ser Master of Wine, además de Máster Sommelier, a la vez que abre junto a un socio su primer gran proyecto, el hotel Hotel du Vin (en la actualidad existen casi veinte). Por último y tras casi siete intentos logra ganar el concurso que le acredita como Mejor Sumiller del mundo en 2010.
Las anécdotas sobre el vino que atesora Basset son sustanciosas y la mayoría se ubican en el contexto de la restauración y el mundo del vino a alto nivel, lo que hace del libro un pasaje a mundos a los que muchos no podríamos acceder de otra manera. Una de las primeras, cuando aún trabajaba en el Hotel Chewton Glen en Inglaterra, cuenta que diez comerciantes fueron a cenar al hotel. Para el aperitivo se cepillaron unas cuantas botellas de Dom Pérignon y durante la cena se cascaron algunas botellas tipo Long-Depaqui Grand Cru Chablis, Château Lafite-Rothschild y Château Latour y para el postre dos botellas de Château d’Yquem. Dice que todos eran excelentes añadas y extremadamente caros. Los angelitos quisieron apurar la jornada con una partida de billar y tres botellas de champán Krug, pero la ley en Inglaterra impedía servir alcohol después de medianoche a quienes no fueran huéspedes del hotel. Los caballeros no se arredraron, y accedieron a pagar una habitación que no usarían en el prestigioso hotel solo para poder disfrutar de su champagne.Pagaron la desorbitada cuenta y dejaron una generosa propina. El Pretty Woman del wineloverismo concentrado en esta anécdota
Una de las cosas que me gusta del libro es que cuenta los sucesos buenos y malos de su trayectoria. Como catador (“me enfado mucho con los catadores de vino cuando solo mencionan las experiencias positivas, pero olvidan deliberadamente aquellos días en que todo salió mal”) y como empresario. Esas cagadas narradas en el libro, lejos de desmitificar su figura, la hacen aún más realista y por tanto más grande.
Buena parte del libro está centrado en su periplo empresarial, primero con la creación del Hotel du Vine en Winchester, su expansión hasta convertirse en una gran cadena en Reino Unido y su posterior venta. Después su proyecto más personal con Nina, un hotel propio también con el vino como eje central, el Hotel TerraVina, al final reconvertido en un Bed and Breakfast llamado Spot of Wood. Una trayectoria sazonada de altibajos que tiene que ver con el riesgo de emprender en cualquier lugar del mundo. Echo en falta descripción de sus aventuras más relacionadas con el vino, esos viajes, charlas, asesorías, para las que es continuamente reclamado dado su formación, palmarés y experiencia, que le llevó a recorrer prácticamente le mundo entero. Tampoco queda claro cuáles son sus preferencias personales, qué vinos le gustaban más, cuáles eran sus regiones preferidas, qué tipo de vinificaciones le eran más atractivas, asi que habrá que consultar otras fuentes.
El libro está plagado de fotos de Gérard, que ilustran momentos de su vida. En muchas de ellas aparece con su mujer, Nina Basset, que ha prestado toda la colaboración para que se editen este libro y que a lo largo de las memorias se va desvelando como un apoyo incondicional e imprescindible que fue un factor clave para los éxitos de Basset. Este es el relato de una vida digna de ser vivida, el periplo de un personaje entrañable que logró ser un referente en esa profesión que tanto admiramos. Una historia con un final abrupto y triste con su muerte en 2019, con tan solo 61 años, pero que deja un legado profesional y humano profundo que también merece ser leído.