En algunos de sus múltiples directos en Instagram durante la pandemia, Santi Rivas ya se preguntaba por qué nunca le habían encargado escribir un libro. Son muchos los que con menos fundamento han visto su nombre impreso en uno de estos maravillosos artefactos de transmisión cultural, por lo que era de esperar que el autoproclamado ministro de asuntos del winleverismo patrio (no sé si también mundial), tuviese la oportunidad de dejar para la posteridad su amplia experiencia y conocimiento del mundo del vino.
Por si hay algún despistado, Santi Rivas es el artífice de Colectivo Decantado, un colectivo unipersonal creado para comunicar en redes sociales cuestiones vínicas. Su fama fue en crescendo gracias a un estilo atrevido, directo y divertido, apoyado por una sólida base de conocimiento y experiencia en el mundo del vino. Se ha convertido en todo un personaje en este mundo a veces demasiado gris y pretérito. Es el Enfant Terrible de la comunicación del vino, un tipo que dice lo que piensa, usando el humor en versión ironía o sátira, según convenga. Lo que todo sector necesita y no siempre es tan fácil de encontrar por autocensura, cruce de intereses o incapacidad para encontrar un estilo propicio. Santi Rivas ha superado todos esos obstáculos y con su potencial comunicativo se ha granjeado una fama inaudita para un comunicador de este sector y por supuesto también alguna que otra enemistad, bien correspondida, eso sí.
Después de ese periplo ha llegado el ansiado momento de escribir su primer libro, este “Deja todo o deja el vino”, publicado por la editorial Muddy Water Books. Lo primero que hay que destacar es que Santi Rivas escribe bien. Parece que decir esto de alguien al que publican un libro es una obviedad, pero desgraciadamente y muy a menudo, no es así. Santi domina no solo la expresión oral, como ha demostrado con creces y de manera apabullante siempre que tiene ocasión, también el arte de la sintaxis adornada con riqueza de vocabulario (normativo y propio), en el marco de un estilo desenfadado y bastante personal. Y esto es muy importante, porque incluso el profano al culto del vino puede disfrutar de este tratado erudito y canalla a la vez.
Lo que nos encontramos en estas páginas es la visión personal, cualificada y sensitiva de alguien que ha consagrado parte de su vida a beber vino e intentar comunicarlo como nadie antes lo ha hecho, al menos en España. Santi tiene una visión clara de cuál es su misión como divulgador en este mundo de variedades blancas y tintas: transmitir esa pasión de manera efectiva, acorde con los tiempos. Para ello sigue algunas premisas: hacerlo con humor, evitar tecnicismos, huir de la pedagogía estéril, inventar conceptos propios (vulcanismo, atlanticismo, el mismo término “winelover” que le costó algún disgusto con el amiguete Pérez-Reverte…), y mezclarlo todo con muchos referentes pop. Su estilo es fresco y divagante hasta el punto de que en su discurso a veces el vino parece la excusa, el Mcguffin para hablar de otras cosas. De hecho me ha sorprendido que en el libro se desvía bastante poco del tema vinícola para lo que nos tiene acostumbrados (véanse las últimas Instacatas show).
El libro empieza con esos 13 vinos que le jodieron la vida. En los siguientes capítulos perpetra una disección de la fauna y flora que constituye este ecosistema vinícola. Santi cataloga especímenes, aclara conceptos, desenmascara truhanes y falsarios, eleva etiquetas y desmitifica otras, nos guía por locales donde se bebe con fundamento, apunta cientos de referencias, destripa mitos y tópicos, explica su propio glosario de términos… todo en el contexto de este juego (o realidad) de sumo sacerdote del winloverismo. Un trabajo de documentación sobre su propio recorrido vital, ligado irremediablemente al mundo del vino.
Al final lo que queda es un retrato atípico, entretenido y anárquico de una nueva manera de observar el vino. Un nuevo paradigma para gente que le gusta el vino y quiere beber bien, sin complejos y sin tener que impregnarse de naftalina. La apuesta es por vinos originales, complejos, hechos por elaboradores de culto y con etiquetas que han logrado cautivar a gente que busca excelencia y especificidad. Vinos que se defienden en la copa, pero que además han sido capaces de construir un relato seductor para el consumidor. Hay algo de elitismo, el wineloverismo evidentemente lo es, pero también guiños para desenvolverse en cualquier liga. Pero en resumen «Deja todo o deja el vino» nos propociona buen rato de lectura, preferiblemente acompañada de una libreta para apuntar referencias y un vino para maridar este feliz debut ensayístico. Seguro que habrá más, pero mientras tanto, lo dejamos todo para unirnos a este movimiento hedonista y placentero.