Las historias de los hombres (o mujeres) Self Made, emprendedores (por seguir con los eufemismos) de éxito, seducen a mucha gente. El paradigma clásico de estas peripecias capitalistas son sin duda las historias del sueño americano del siglo pasado, de aquellos que de la nada emergían al estrellato en la América de las oportunidades. “La Fuerza del Destino” pertenece a esa categoría en tanto narra el periplo de Ceferino Carrión, exiliado en la España de la postguerra que adoptó el nombre de Jean Leon por el que es conocido, fundamentalmente, por sus vinos del Penedés.
La novela se lee de un tirón, gracias a la capacidad del periodista y novelista Martí Gironell de seducir al lector con esta historia de superación y coraje, pero también por los ingredientes del glamour y del retrato del Hollywood de los años 60 y 70 que pulula por sus páginas. Jean Leon pasó de llegar como polizón a Nueva York, sin un dólar en sus bolsillos, a regentar uno de los restaurantes más concurridos por las estrellas de Hollywood en las inmediaciones de Los Ángeles, La Scala. Se hizo amigo íntimo de James Dean (sólo la prematura muerte del actor evitó que además fuesen socios de un restaurante), trabajó muchos años para Frank Sinatra y estableció amistades sólidas con gente como Paul Newman, Marilyn Monroe, Liz Taylor e incluso con los presidentes de USA John Fitzgerald Kennedy o el inefable Ronald Reagan. A pesar de la discreción que le caracterizó y que le granjeó la confianza de todas estas estrellas, la novela repasa algunos pasajes jugosos de esas celebridades que forman parte ya de la cultura popular de occidente.
Sobre el vino, sinceramente, se habla poco en la novela. Sólo al final, cuando Jean Leon se plantea el reto de tener su propio vino y consigue montar su bodega en el Penedés, la novela se centra en este aspecto, pero ya en una etapa muy crepuscular de la vida de León, prácticamente en la cima de su éxito. Jean Leon acabó volviendo a sus orígenes, fue capaz de crear una bodega que hizo sombra a los reputados vinos franceses y dio una nueva interpretación de la enología en un país monopolizado por los vinos de La Rioja. Pero ya digo, no esperéis encontrar en en este libro mucho sobre esta última faceta del personaje.
Al final de su vida y antes de dedicar sus últimos años a navegar, Jean Leon confió su proyecto a la familia Torres que sigue elaborando vinos con el nombre de esta figura única en en el mundo de la viticultura, pero también de la historia reciente de los emprendedores patrios. Si queréis conocer más cosas sobre él, en la web de la bodega tienen una página dedicada a su figura.