Hoy nos paramos en una pequeña bodega (celler) en la DO Terra Alta. Concretamente en Batea, una localidad en el interior de Tarragona, en el vértice entre la capital y el Delta del Ebro. Celler Arrufí tiene allí su viñedo, a 382 metros sobre el nivel del mar y sobre un suelo limoso, algo alcalino y en el que predomina la arena. Cultivan siguiendo los preceptos de la agricultura ecológica, no por moda, sino por tradición y convencimiento. Desde 2016 Esteve Arrufí, Sol y el enólogo Joan Bada (“el lujo que nos hemos permitido en la bodega”), crean unos vinos ecológicos, veganos, reduciendo al máximo la intervención en la elaboración. De esa manera logran vinos naturales y que expresan muy bien una filosofía vinícola tan respetable.
Pero lo mejor de todo es descorchar sus botellas y disfrutar de esa fiesta de fruta, aromas y sensaciones. Nosotros tuvimos oportunidad de probar el Trepadella, un tinto elaborado con Garnacha negra que es una auténtica delicia. Huele fenomenal a fruta, a regaliz con un balsámico nada agresivo. Su aspecto denota juventud con esos colores violáceos y cereza. En boca es delicioso, muy goloso y con un postgusto largo que te deja disfrutar un buen rato de su esencia. Un vino para tomar solo, el mejor maridaje para los vinos ricos de verdad, o acompañado de carnes, guisos o embutidos. En torno a los 7 euros, vale muchísimo más de lo que cuesta. Si os topáis con él, no lo dudéis: hay que probarlo.
También probamos el blanco elaborado a partir de garnacha blanca. Lo han llamado Panical, en referencia al cardo campestre al que se le atribuían propiedades mágicas. Se trata de un vino con aromas muy marcados a fruta blanca, hierbas, frescor mediterráneo. En boca resulta largo, más carnoso de lo esperado. La acidez está equilibrada y envuelta en un toque amargo que le aporta una gran personalidad.
Celler Arrufí puede que sea paradigma de una manera de entender este oficio de muchas pequeñas bodegas, que cada día cultivan y elaboran convencidas de que terroir, tradición, y respeto al medio ambiente, sin renunciar a unos resultados con los que se sienten realmente satisfechos. Proyectos así no sólo tienen cabida en el espacio vinícola actual, sino que lo enriquecen aportando un producto diferenciado, artesanal y que comulga con los postulados ecológicos y veganos tan atractivos para muchos consumidores. Y lo más importante, sin perder nunca de vista que el objetivo es hacer un vino rico, con matices propios y vocación de hacer felices a los que brindamos con él.
Más información: https://www.cellerarrufi.com/