Santi Rivas vuelve, tras su debut con “Deja todo o deja el vino”, con un nuevo ensayo sobre el mundo del vino. Después de aquel tratado introductorio en el que abordaba muchos aspectos del ecosistema del vino, ahora fija la atención sobre uno en concreto: los vinos gentrificados, es decir, aquellos que devienen en referencias de culto y se convierten, cuando no en un valor especulativo, si en un producto de muy difícil acceso para la mayoría de los mortales. Se trata de un fenómeno curioso y que responde a múltiples factores que en este ensayo Rivas trata de explicar a su manera. Y la manera es como en su anterior obra: personal, libre, anárquica, y salteada de vivencias personales que son lo más jugoso del asunto por esa capacidad que tiene de transportarnos de su mano a esas aventuras vínicas únicas.
Estructuralmente el ensayo es un compendio de listas, tan en la tradición de la crítica más divertida en ese intento de sistematizar fenómenos y vivencias en la mente del autor, sin más pretensión que organizar ese maravilloso caos de experiencias y la huella que dejaron. Y así llegamos a esta taxonomía sobre los tipos de vinos gentrificados, pero también de las bodegas, divulgadores, sumilleres, distribuidores y bares de vinos para que entendamos bien cómo se produce el fenómeno.
Es una lástima la ausencia de nombres propios para poner cara a los fenotipos vinícolas descritos, pero se entiende por el grado de crítica ejercida que, en caso de ser nominativa, pudiera ser susceptible de algún proceso judicial o lo que es peor, de sutiles vendettas tan en la tradición patria. Nos conformamos con algunas menciones a winelovers de lujo (LeBron James, Jay-Z, Dua Lipa…), de algún productor de culto y de bodegas que hacen las cosas muy bien.
Otro de los atractivos del ensayo es que de nuevo nos volvemos a asomar de la mano de Rivas al mundo de los vinos de lujo, como quien ojea un muestrario de una joyería exclusiva que sabemos que no nos podemos permitir, pero que nos gusta disfrutar gracias a la evocación del ministro del wineloverismo. Sin demasiadas referencias concretas, sin embargo uno se da cuenta de que la mayoría de los vinos que salpican estas páginas están reservados para unos privilegiados y solo queda confiar en la diosa fortuna o en los azares de la vida para poder degustarlos. Pero de momento nos hemos proyectado en su deleite gracias a estas páginas.
El libro vuelve a contar con esa prosa rápida, propia del engranaje mental de su autor, y de momentos francamente divertidos, que entiendo que disfrutarán más los iniciados que los civiles (terminología winelover) dado el caracter más especializado de este ensayo.
Con esta nueva aportación, Santi Rivas consolida su posición como una voz única y provocadora en el panorama vinícola. Su mirada crítica y su estilo narrativo nos invitan a cuestionar los mecanismos que transforman el vino en un objeto de deseo casi inaccesible a la vez que nos hacen sucumbir a este mundo epicúreo sin fin. Y como siempre, con diversión garantizada.